Por todos son conocidas las atrocidades
que se hicieron bajo el mandato del III Reich de Adolf Hitler. Atroces
experimentos vieron luz en los numerosos campos de concentración que había a lo
ancho y largo de la Alemania Nazi. Hombres con ojos azules, altos y fornidos.
Ese era el objetivo principal de la investigación: la creación del ario
definitivo, por no mencionar el exterminio de todas las razas que no cumplieran
con esos parámetros. Sin embargo, es curioso que una nación que pretendía
imponer su vida y su cultura allá por donde fuera no se le ocurriera un sistema
para que su lengua fuera igualmente asimilada a la fuerza por los demás. Bajo
ese supuesto se desarrolla la historia del Etvi gerhekore.
1942, Alemania. El gobierno
nacionalsocialista ha iniciado su "Solución Final". El exterminio de
las consideradas razas inferiores ha comenzado de forma brutalmente eficaz. Los
nuevos campos de exterminio desarrollados a raíz de la Operación Reinhard están
completamente operativos. Todo parece indicar que los alemanes lograrán su
sueño de establecerse como la raza superior en el planeta. No obstante, esos
esfuerzos son en vano. Los nazis son conscientes de que su pureza aria no es
más que un ideal. Toda su cultura, su lengua y estilo de vida se han visto
influenciados por la interacción durante siglos con otras culturas, entre
ellas, la tan odiada judía. Por mucho que quieran ocultar la verdad, todos son
de una manera u otra mestizos, ya sea de sangre, o de cultura. Por todo ello,
juristas, científicos de toda índole y lingüistas se reunieron en secreto a las
afueras de Berlín, para desarrollar el reinicio racial. En esa reunión se
acordó como pilar base de su raza aria una lengua fuerte, desarrollada a partir
del indoeuropeo, que reflejase su origen germánico, pero libre de toda
impureza. Esa tarea recayó en los lingüistas. Por parte de los juristas, se
diseñó un marco legal para que su enseñanza fuese obligatoria desde el inicio
de la etapa escolar, y su aprendizaje en etapas posteriores como requisito
indispensable para acceder a cualquier cargo público. Por último, los
científicos tenían la tarea de encontrar un modo de suprimir todas las demás
lenguas existentes, para que nada pudiera interferir con la nueva. La mejor
forma de desarrollar esa línea de investigación era aprovechando el ingente
número de prisioneros de los campos de concentración. Entre los científicos, el
más interesado por el proyecto fue Joseph Mengele, el apodado Ángel de la
muerte en Auschwitz. Su interés fue tal que le encomendaron la tarea de llevar
a cabo la dirección del proyecto en el mismo campo en el que trabajaba:
Auschwitz-Birkenau. Para esa labor, se encargó la construcción de un nuevo
barracón, independiente de los demás y a cierta distancia, totalmente alejado
de las estaciones y carreteras, para evitar cualquier interacción con el resto
del mundo. En menos de un mes quedaba finalizado Auschwitz
Sprachenkonzentrationslage.
1943. Mengele y su equipo han iniciado la
experimentación con los mismos prisioneros que llevaron a cabo las tareas de
construcción del nuevo campo. De momento, la idea es clara: encontrar un medio
para suprimir las lenguas y que pueda extenderse globalmente. La mejor forma de
hacerlo es mediante investigación bacteriológica. En un lugar donde las
enfermedades campan a sus anchas, donde la disentería, el cólera, el tifus y la
sarna hacen auténticos estragos, no sería difícil encontrar algún tipo de
vector que pueda ser de utilidad.
Los días dan paso a las semanas, y estas a
los meses. La mortalidad de las enfermedades investigadas es tal que no hay
posibilidades de que sean utilizadas como vector para la supresión de las
lenguas. De nada serviría dejar sin lengua propia a un individuo si está tan
enfermo que no puede sostenerse en pie. Pero, por cosas del azar, algo sucedió
en verano de ese año. En el barracón de los romaníes se detectó un brote de una
rara enfermedad bacteriana, el Noma. Esta enfermedad ataca las mucosas bucales,
provocando ulceraciones muy profundas, llegando incluso al hueso, y en etapas
severas, gangrenación y muerte. Mengele vio en el Noma su aliado final frente a
sus objetivos, por lo que ordenó el traslado de 20 prisioneros a su campo de
investigación, y el resto pereció entre llamas junto al propio barracón. La
enfermedad no debía quedar sin control, y nadie podía saber la verdad sobre
ella.
Tras varios fallecimientos, Mengele empezó
a contemplar otras posibilidades para culminar su investigación. Desde la Unión
Soviética había oído terapias alternativas a los antibióticos para tratar
enfermedades bacterianas: las terapias fágicas, tratamientos que consistían en
la exposición de ese tipo de enfermos a virus cuya finalidad era la destrucción
de las bacterias. Si ese virus se pudiese alterar genéticamente para poder
retraer la enfermedad solo bajo ciertas circunstancias, sería de extrema
utilidad. De inmediato se encargaron muestras de esos virus, pagando
desorbitadas sumas y utilizando distintos enlaces para que todo se mantuviese
en secreto y la verdad no saliese a la luz. Al obtener las muestras, combinó el
ADN del virus con el de una cepa de gripe A H1N1, la mortal "gripe
española" que había acabado con más de un 3% de la población mundial hacía
un cuarto de siglo. El resultado fue un virus devastador, con una virulencia
enorme y una mortalidad aún mayor. Sin embargo, en combinación con el Noma daba
un extraño resultado, ya que el virus asimilaba las características de las
bacterias, pero adquiría una extrema sensibilidad sonora. Al nuevo virus lo
llamaron Nomaus, en honor al lugar donde se había desarrollado (Auschwitz)
Para explotar sus posibilidades, se
probaron distintas melodías, sonidos ambientales y de animales. La replicación
viral se detenía, pero no era suficiente como para retraer la enfermedad, mucho
menos acabar con las secuelas que esta dejaba a los supervivientes. Como último
recurso, intentaron utilizar palabras. El resultado era el mismo. Un día, uno
de los guardias, un ucraniano nacido en los Cárpatos, profirió una blasfemia en
su idioma natal. Uno de los enfermos que había cerca suyo reaccionó de manera
abrupta, llamando la atención a los médicos. El paciente, que estaba en fase
terminal, mostraba inexplicablemente signos de mejoría. De inmediato, Mengele
fue advertido, y por su parte él avisó a los lingüistas que buscaban una lengua
que pudiera implantarse a nivel mundial y que reflejase su supremacía aria. Ya
que sus esfuerzos no daban frutos, decidieron estudiar la lengua y el dialecto
del guardia, y cuando desentrañaron toda su estructura fonética, expusieron los
sonidos mediante altavoces en el recinto. Todos los enfermos reaccionaron del
mismo modo; aunque la mejoría no era completa, al menos ya no peligraba su
vida. Los lingüistas pensaron que introduciendo algunos cambios fonéticos
podrían crear una cura para el Nomaus. Y así fue. Los pacientes se recuperaron
del todo, y sus mutilados rostros recuperaron la lozanía perdida, aunque
seguían siendo portadores del virus, es decir, contagiosos. Los estudios
lingüísticos se llevaron a Berlín, junto a las investigaciones desarrolladas en
el campo. Bajo el visto bueno de Hitler, Hess y Himmler, se procedió a utilizar
la nueva estructura fonética de ese dialecto ucraniano para desarrollar un
idioma completamente nuevo. En combinación con el virus, habían logrado
finalmente desarrollar una lengua "viral", una lengua cuyo uso fuese
obligatorio para los infectados. Lo llamaron Etvi gerhekore, que traducido a
ese mismo idioma significaba "autoridad de la fuerza".
1945. Ante la inminente capitulación
alemana, la cúpula nazi que intervino en el desarrollo del Nomaus decidió un
último curso de acción para evitar que todo su trabajo y sus sueños
desaparecieran. Llamaron a 15 familias, todas ellas formadas por miembros
leales al nacionalsocialismo, y con niños recién nacidos. A todos los pequeños los
infectaron con el Nomaus, e instruyeron a los padres para que les enseñasen el
idioma. Además, les advirtieron que llegado el momento, sus esfuerzos serían
recompensados. Cada familia recibió un destino distinto: Japón, Siria, Francia,
Argentina, Brasil...
1949. Han pasado cuatro años desde la
rendición alemana. Los prófugos nazis que se ocultaron en otras naciones bajo
identidades falsas han tejido una enmarañada red de rumores para evitar su
identificación. Entre ellos, están las 15 familias, que han instruido como se
acordó a sus hijos en la nueva lengua. Todos los niños gozan de una excelente
salud, a pesar de ser armas biológicas andantes. Para muchos, es el inicio de
la etapa escolar. A mediados de septiembre de ese año, salta la alarma por una
pandemia global, en la que 15 regiones están afectadas de una rara cepa del
Noma, y no encuentran cura alguna. Desde Estados Unidos, llega una emisión
radiofónica con unas extrañas palabras, en un idioma desconocido. Al principio,
nadie entiende lo que pasa, pero por donde el sonido llega, disminuye la
gravedad de los enfermos. A nivel mundial, se establece la retransmisión
continua de ese canal, mientras intentan decodificarlo. Al poco tiempo, libros
de origen incierto atestan las librerías de todo el mundo, titulados:
"Etvi Gerhekore, la autoridad de la lengua". A medida que los
ejemplares desaparecen de los estantes, va creciendo el número de personas que
utilizan la lengua en ellos descrita. Por curiosidad, o miedo, se atreven a
traducir a sus respectivos idiomas el mensaje radiofónico con la ayuda del
libro: "Un reino, un pueblo, un jefe. La lengua os hará libres".
2016. Tras décadas de sufrimiento, muerte
y desesperación, el consejo de las Naciones Unidas se reúne para establecer el
Etvi Gerhecore como la lengua franca mundial. Es por todos conocida la
procedencia de la nueva lengua, pero no existe otra cura para la enfermedad que
se diseminó por todo el globo. La victoria final del nacionalsocialismo
aceptada con gran pesar por todos.