viernes, 8 de enero de 2016

Historia de la lengua

Por todos son conocidas las atrocidades que se hicieron bajo el mandato del III Reich de Adolf Hitler. Atroces experimentos vieron luz en los numerosos campos de concentración que había a lo ancho y largo de la Alemania Nazi. Hombres con ojos azules, altos y fornidos. Ese era el objetivo principal de la investigación: la creación del ario definitivo, por no mencionar el exterminio de todas las razas que no cumplieran con esos parámetros. Sin embargo, es curioso que una nación que pretendía imponer su vida y su cultura allá por donde fuera no se le ocurriera un sistema para que su lengua fuera igualmente asimilada a la fuerza por los demás. Bajo ese supuesto se desarrolla la historia del Etvi gerhekore.
1942, Alemania. El gobierno nacionalsocialista ha iniciado su "Solución Final". El exterminio de las consideradas razas inferiores ha comenzado de forma brutalmente eficaz. Los nuevos campos de exterminio desarrollados a raíz de la Operación Reinhard están completamente operativos. Todo parece indicar que los alemanes lograrán su sueño de establecerse como la raza superior en el planeta. No obstante, esos esfuerzos son en vano. Los nazis son conscientes de que su pureza aria no es más que un ideal. Toda su cultura, su lengua y estilo de vida se han visto influenciados por la interacción durante siglos con otras culturas, entre ellas, la tan odiada judía. Por mucho que quieran ocultar la verdad, todos son de una manera u otra mestizos, ya sea de sangre, o de cultura. Por todo ello, juristas, científicos de toda índole y lingüistas se reunieron en secreto a las afueras de Berlín, para desarrollar el reinicio racial. En esa reunión se acordó como pilar base de su raza aria una lengua fuerte, desarrollada a partir del indoeuropeo, que reflejase su origen germánico, pero libre de toda impureza. Esa tarea recayó en los lingüistas. Por parte de los juristas, se diseñó un marco legal para que su enseñanza fuese obligatoria desde el inicio de la etapa escolar, y su aprendizaje en etapas posteriores como requisito indispensable para acceder a cualquier cargo público. Por último, los científicos tenían la tarea de encontrar un modo de suprimir todas las demás lenguas existentes, para que nada pudiera interferir con la nueva. La mejor forma de desarrollar esa línea de investigación era aprovechando el ingente número de prisioneros de los campos de concentración. Entre los científicos, el más interesado por el proyecto fue Joseph Mengele, el apodado Ángel de la muerte en Auschwitz. Su interés fue tal que le encomendaron la tarea de llevar a cabo la dirección del proyecto en el mismo campo en el que trabajaba: Auschwitz-Birkenau. Para esa labor, se encargó la construcción de un nuevo barracón, independiente de los demás y a cierta distancia, totalmente alejado de las estaciones y carreteras, para evitar cualquier interacción con el resto del mundo. En menos de un mes quedaba finalizado Auschwitz Sprachenkonzentrationslage.
1943. Mengele y su equipo han iniciado la experimentación con los mismos prisioneros que llevaron a cabo las tareas de construcción del nuevo campo. De momento, la idea es clara: encontrar un medio para suprimir las lenguas y que pueda extenderse globalmente. La mejor forma de hacerlo es mediante investigación bacteriológica. En un lugar donde las enfermedades campan a sus anchas, donde la disentería, el cólera, el tifus y la sarna hacen auténticos estragos, no sería difícil encontrar algún tipo de vector que pueda ser de utilidad.
Los días dan paso a las semanas, y estas a los meses. La mortalidad de las enfermedades investigadas es tal que no hay posibilidades de que sean utilizadas como vector para la supresión de las lenguas. De nada serviría dejar sin lengua propia a un individuo si está tan enfermo que no puede sostenerse en pie. Pero, por cosas del azar, algo sucedió en verano de ese año. En el barracón de los romaníes se detectó un brote de una rara enfermedad bacteriana, el Noma. Esta enfermedad ataca las mucosas bucales, provocando ulceraciones muy profundas, llegando incluso al hueso, y en etapas severas, gangrenación y muerte. Mengele vio en el Noma su aliado final frente a sus objetivos, por lo que ordenó el traslado de 20 prisioneros a su campo de investigación, y el resto pereció entre llamas junto al propio barracón. La enfermedad no debía quedar sin control, y nadie podía saber la verdad sobre ella.
Tras varios fallecimientos, Mengele empezó a contemplar otras posibilidades para culminar su investigación. Desde la Unión Soviética había oído terapias alternativas a los antibióticos para tratar enfermedades bacterianas: las terapias fágicas, tratamientos que consistían en la exposición de ese tipo de enfermos a virus cuya finalidad era la destrucción de las bacterias. Si ese virus se pudiese alterar genéticamente para poder retraer la enfermedad solo bajo ciertas circunstancias, sería de extrema utilidad. De inmediato se encargaron muestras de esos virus, pagando desorbitadas sumas y utilizando distintos enlaces para que todo se mantuviese en secreto y la verdad no saliese a la luz. Al obtener las muestras, combinó el ADN del virus con el de una cepa de gripe A H1N1, la mortal "gripe española" que había acabado con más de un 3% de la población mundial hacía un cuarto de siglo. El resultado fue un virus devastador, con una virulencia enorme y una mortalidad aún mayor. Sin embargo, en combinación con el Noma daba un extraño resultado, ya que el virus asimilaba las características de las bacterias, pero adquiría una extrema sensibilidad sonora. Al nuevo virus lo llamaron Nomaus, en honor al lugar donde se había desarrollado (Auschwitz)
Para explotar sus posibilidades, se probaron distintas melodías, sonidos ambientales y de animales. La replicación viral se detenía, pero no era suficiente como para retraer la enfermedad, mucho menos acabar con las secuelas que esta dejaba a los supervivientes. Como último recurso, intentaron utilizar palabras. El resultado era el mismo. Un día, uno de los guardias, un ucraniano nacido en los Cárpatos, profirió una blasfemia en su idioma natal. Uno de los enfermos que había cerca suyo reaccionó de manera abrupta, llamando la atención a los médicos. El paciente, que estaba en fase terminal, mostraba inexplicablemente signos de mejoría. De inmediato, Mengele fue advertido, y por su parte él avisó a los lingüistas que buscaban una lengua que pudiera implantarse a nivel mundial y que reflejase su supremacía aria. Ya que sus esfuerzos no daban frutos, decidieron estudiar la lengua y el dialecto del guardia, y cuando desentrañaron toda su estructura fonética, expusieron los sonidos mediante altavoces en el recinto. Todos los enfermos reaccionaron del mismo modo; aunque la mejoría no era completa, al menos ya no peligraba su vida. Los lingüistas pensaron que introduciendo algunos cambios fonéticos podrían crear una cura para el Nomaus. Y así fue. Los pacientes se recuperaron del todo, y sus mutilados rostros recuperaron la lozanía perdida, aunque seguían siendo portadores del virus, es decir, contagiosos. Los estudios lingüísticos se llevaron a Berlín, junto a las investigaciones desarrolladas en el campo. Bajo el visto bueno de Hitler, Hess y Himmler, se procedió a utilizar la nueva estructura fonética de ese dialecto ucraniano para desarrollar un idioma completamente nuevo. En combinación con el virus, habían logrado finalmente desarrollar una lengua "viral", una lengua cuyo uso fuese obligatorio para los infectados. Lo llamaron Etvi gerhekore, que traducido a ese mismo idioma significaba "autoridad de la fuerza".
1945. Ante la inminente capitulación alemana, la cúpula nazi que intervino en el desarrollo del Nomaus decidió un último curso de acción para evitar que todo su trabajo y sus sueños desaparecieran. Llamaron a 15 familias, todas ellas formadas por miembros leales al nacionalsocialismo, y con niños recién nacidos. A todos los pequeños los infectaron con el Nomaus, e instruyeron a los padres para que les enseñasen el idioma. Además, les advirtieron que llegado el momento, sus esfuerzos serían recompensados. Cada familia recibió un destino distinto: Japón, Siria, Francia, Argentina, Brasil...
1949. Han pasado cuatro años desde la rendición alemana. Los prófugos nazis que se ocultaron en otras naciones bajo identidades falsas han tejido una enmarañada red de rumores para evitar su identificación. Entre ellos, están las 15 familias, que han instruido como se acordó a sus hijos en la nueva lengua. Todos los niños gozan de una excelente salud, a pesar de ser armas biológicas andantes. Para muchos, es el inicio de la etapa escolar. A mediados de septiembre de ese año, salta la alarma por una pandemia global, en la que 15 regiones están afectadas de una rara cepa del Noma, y no encuentran cura alguna. Desde Estados Unidos, llega una emisión radiofónica con unas extrañas palabras, en un idioma desconocido. Al principio, nadie entiende lo que pasa, pero por donde el sonido llega, disminuye la gravedad de los enfermos. A nivel mundial, se establece la retransmisión continua de ese canal, mientras intentan decodificarlo. Al poco tiempo, libros de origen incierto atestan las librerías de todo el mundo, titulados: "Etvi Gerhekore, la autoridad de la lengua". A medida que los ejemplares desaparecen de los estantes, va creciendo el número de personas que utilizan la lengua en ellos descrita. Por curiosidad, o miedo, se atreven a traducir a sus respectivos idiomas el mensaje radiofónico con la ayuda del libro: "Un reino, un pueblo, un jefe. La lengua os hará libres".

2016. Tras décadas de sufrimiento, muerte y desesperación, el consejo de las Naciones Unidas se reúne para establecer el Etvi Gerhecore como la lengua franca mundial. Es por todos conocida la procedencia de la nueva lengua, pero no existe otra cura para la enfermedad que se diseminó por todo el globo. La victoria final del nacionalsocialismo aceptada con gran pesar por todos.

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